Hace unas semanas estuvimos en León, en La Montaña de Riaño, pajareando y disfrutando de unos días de descanso. Decidimos acercarnos a visitar a nuestros amigos de Aveshide Crémenes. Tienen un buen número de escondites fotográficos (conocidos como “hides”) distribuidos a lo largo de ubicaciones estratégicas, pensados para fotografiar un amplio abanico de especies. Nosotros visitamos dos: el de abejarucos, en Almanza, y el de picamaderos negro, en Crémenes.
Esta visita tuvo como complemento la estancia en el hotel El Sabinar, donde Bernardo y su familia nos trataron estupendamente bien. Bernardo es, además, uno de los encargados de acercarte al escondite en el que vas a pasar unas pocas horas fotografiando todo lo que se ponga a tiro.

Si no conocéis la zona, acercaos: la montaña leonesa puede presumir con orgullo de tener unos paisajes impresionantes y variados. Y es, precisamente, esta variedad de ambientes, la que permite observar un número tan grande de especies de aves diferentes: desde los pequeños chochín y cetia ruiseñor hasta el águila real, alimoches y buitres leonados, pasando por especies emblemáticas como el pechiazul y cinco de los seis pícidos que tenemos en la península: picamaderos negro, pito real ibérico, pico picapinos, pico mediano y torcecuello. Si queréis ver y/o fotografiar alguna especie en concreto, lo mejor que podéis hacer es contactar con ellos, contarles lo que queréis y dejaros aconsejar sobre la mejor época del año para programar vuestra visita.
Y vamos con nuestras sesiones…
Como nuestro objetivo eran los abejarucos y picamaderos, la primera tarde la dedicamos a los primeros. La primera sesión fue en el escondite de abejarucos, en Almanza, al que nos llevó Manuel (otro de los encargados de organizar las sesiones). El hide es una pequeña estructura, tipo tienda de campaña, con estampado “camuflaje”, con varias aberturas por las que puede asomar la cámara y una silla en la que sentarse. No hace falta decir el cuidado que hay que tener de no hacer ningún ruido que pueda asustar a nuestros amiguitos alados que, además, se van a prestar a que les hagamos tantas fotografías como nos apetezca.

El tiempo no acompañó demasiado y tuvimos amenaza de tormenta durante toda la tarde. Aún así, desde este escondite pudimos ver abejarucos, tarabillas europeas, trigueros y lavanderas boyeras. Las oropéndolas contribuyeron con sus cantos a la banda sonora de los abejarucos, que no cesaban de gorjear.

Al terminar la sesión y abandonar el escondite, aún tuvimos tiempo de dar un paseo y vimos otras especies, como alcaudón real, pardillo común, alondra común, curruca rabilarga, águila calzada y cernícalo vulgar.
¡A por los picamaderos negros!
Al día siguiente nos tocó madrugar para acercarnos, con Bernardo, a uno de los escondites preparados para ver pícidos. En nuestro caso, picamaderos negro y torcecuellos. La verdad es que teníamos muchas ganas de ver estas dos especies en concreto, que suelen ser bastante esquivas. Tras el pequeño desplazamiento en coche y la entrada al escondite, con las instrucciones pertinentes, nos sentamos a esperar. Y no tuvimos que esperar mucho para ver llegar un macho de picamaderos negro, con sus brillantes colores. Y por allí se paseó un buen rato, picoteando hormigas aquí y allí, buscando insectos y larvas por la superficie del bosque y regalándonos una estupenda colección de poses.

Aunque el torcecuello se nos resistió un poco más, también pudimos ver una pareja en los árboles que están alrededor del escondite y en el suelo, buscando algún que otro bichete que comer. Se unieron a la fiesta verderones comunes, carboneros comunes, curruca capirotada. También una pareja de chochines, que trabajaban afanosamente en construir o arreglar un nido en uno de los robles cercanos a nuestro escondite.

Finalizada la sesión, volvimos al hotel a desayunar, satisfechos con lo que habíamos visto y fotografiado. Pero, sobre todo, satisfechos por haber disfrutado de poder contemplar estas aves desde tan cerca y sin que nuestra presencia alterase su rutina diaria.
La última etapa del fin de semana
Para completar la jornada, nos dimos un paseo por los campos de La Uña. Y, para nuestra sorpresa y disfrute, pudimos ver un par de ejemplares de alcaudón dorsirrojo. Posados en lo alto de las retamas adornadas de amarillo que dominan la mayor parte de las laderas de esos montes reclamaban su dominio en el territorio. También hacía lo mismo un macho de escribano cerillo, en lo alto de un majuelo en todo su esplendor. Durante el recorrido, pudimos escuchar y observar carboneros y herrerillos comunes, incansables verdecillos y aviones roqueros, lavandera blanca, acentor común, escribano montesino y, vigilando desde lo alto, busardo ratonero y buitre leonado.

En resumen, disfrutamos mucho durante todo el fin de semana y nos apeteció compartirlo con vosotros. Si os gusta la naturaleza, ya sea para observar aves, pasear o disfrutar del paisaje, la montaña de Riaño y sus alrededores os ofrecen gran variedad de posibilidades.
Y, si no, siempre podéis venir a Asturias y poneros en contacto con nosotros… 😉